Celso Domínguez Cura.
Ya está aquí nuevamente el Festival de las Artes Luminaria. Y está bien. Digamos que es un buen momento para disfrutar de algunos eventos y artistas que de otra manera, por falta de dinero, para muchos atizapenses sería imposible.
Y aunque prácticamente se parece en mucho a festivales anteriores, en cuanto a programación se refiere; también hay que decir que hay algunas cosas nuevas en el terreno de las Artes Plásticas, pues hora hay algunos talleres y conferencias así como diplomados impartidos por los mismos expositores del terreno plástico. Hay que disfrutar a lo máximo y participar en todos los eventos posibles. Sin embargo, habría que preguntarnos…Y después de la fiesta ¿qué? Porque desde mi punto de vista, una cosa es un festival, y otra el fomento real de la cultura. Pues hay una cultura que no se está promoviendo, una cultura que se mueve bajo las aguas superficiales del espectáculo a la que no se le toma en cuenta. La cultura de los pueblos, barrios y las comunidades.
No todo lo que se ve es lo que existe. Si por un lado, hay gente, artistas locales, como el grupo cultural Branshala que antes no estaba o no se le tomaba en cuenta, a la hora de armar o “diseñar” la programación del festival. Ahora esas mismas gentes, son en estos momentos parte fundamental para el armado de los eventos; por lo mismo, sería importante que consideraran nuevas formas de promover la cultura. ¿Cuál es el hilo conductor, cual el diseño del festival? Pues por lo que se ve en la programación, basta con distribuirlos de acuerdo a como se cree, sociológicamente hablando, está la demanda de determinado tipo de espectáculo… de modo que lo más lógico es, que si se trata de rock o reggae, ese tipo de música se programe para la zona norte, para las colonias como la Zapata, la UAM o bien, el Boulevard Ignacio Zaragoza.
Y los demás eventos, se sigan centralizando prácticamente en los mismos espacios de siempre. ¡Claro que es imposible que se programen eventos casi por colonia!, pero es ahí donde radica la parte fundamental del quehacer cotidiano de la cultura. Y desde luego que es importante tener el contacto con otras manifestaciones culturales. Pero sólo en la medida de que se tenga acceso previo a la búsqueda de la sensibilidad, es en la medida que todo evento cultural tendrá no sólo éxito, sino se apreciará mejor y se maximizará el disfrute de la creatividad artística.
En ese sentido ha sido muy gratificante el trabajo que desde hace ya algunos años viene haciendo el maestro Andrés López González con los talleres de artes plásticas en distintas comunidades, ya que es en las calles, en los barrios y en interacción cotidiana entre los ciudadanos, donde se crea, donde se hace la cultura y el arte puede florecer, creando no sólo futuros artistas, sino ciudadanos con la sensibilidad suficiente, para apreciar el arte, así como para tomar conciencia de su circunstancia de la vida. Por tal razón, el arte debe ir y venir por las calles, debe incentivarse su producción, debe fomentarse y apoyarse ahí donde sin ningún apoyo ya se está dando, al decir de Eduardo Galeano: “existe una cultura que se hace todos los días la “cultura popular, la cultura de los de abajo, fabricada por ellos mismos, carente de medios técnicos. Sus productores y consumidores son los mismos individuos: crean y ejercen su cultura.
No es la cultura para ser vendida sino para ser usada. Responde a las necesidades de los grupos populares” se ejerce en las calles como la hacen, por ejemplo, los grafitteros; donde los jóvenes se adueñan de las paredes; así, continua Eduardo Galeano: “la pared es la imprenta de los pobres: un medio de comunicación del que pueden disponer, con riesgo, a escondidas, fugazmente, los olvidados, los condenados de la tierra”. Y ahí está produciéndose todos los días, lejos de todo academicismo; la cultura y el arte, en las comunidades, gente que la está promoviendo, y que sin embargo, al no contar con una directriz correcta, será una sensibilidad y un talento que se perderá en la nada.
Pero por otro lado, promover y difundir la cultura no es una cosa fácil.
Se necesita de gente realmente preparada para hacerlo, por eso insisto en una de mis preguntas, ¿Cuál es el diseño, cuál su hilo conductor? Hay momentos en que las cosas se hacen por pura inspiración, por pura intuición y sin embargo, se hace un trabajo bien hecho. Pero un trabajo mejor facturado sólo se hace con personas que saben de eso. Existen innumerables escuelas y corrientes teóricas sobre el asunto de la promoción cultural, ¿Qué se debe hacer?, ¿Cómo se debe hacer? Y ¿Dónde se debe hacer? Serían algunas de las preguntas fundamentales que tendría que hacerse quien se considere un promotor o como lo llama Ezequiel Ander Egg, un animador cultural.
Como ya lo dijimos líneas arriba, qué bueno que se da un festival en la medida que corresponda a la necesidades y demandas culturales de nuestro municipio, que la gente tenga acceso a algunos eventos que de otra manera no podría, pero también habría que valorar su trascendencia, porque así como lo ha dicho el presidente municipal Pedro Rodríguez, “se quiere ser un referente cultural en todo el país” aparte de un festival… hay otros caminos culturalmente hablando. Por tal razón, vuelvo con la pregunta inicial. Y después de la fiesta, ¿qué?
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