Y de mi hermano Arnulfo
Por Celso Domínguez Cura
La lluvia. Es una lluvia suave y monótona que de pronto me atrapa sobre esta gran avenida solitaria. Caminaba con ese andar melancólico que frecuentemente me asalta, sin ni siquiera darme oportunidad de ser consciente de esos círculos concéntricos con los que la realidad se arma.
Y ahora me meto debajo de este puente y unos gigantescos goterones de una agua fría y arenosa, me caen exactamente en la parte en la que se junta la nuca con el cuello. Se me resbala por la espalda. Me escurre en un escalofrío pegajoso que me hace encogerme sobre mi mismo.
Me levanto las solapas de mi chamarra para protegerme de este viento helado; y en el preciso momento que se me ocurre dejar este puente, Se suelta con mayor fuerza el agua, y una indecisión me asalta.
Los autos surfeando, pasan veloces levantando grandes olas como si esto fuera una playa.
Tengo tanta humedad en el alma, que esto me inunda de recuerdos y hace que me vea pequeño, junto con otros niños, con los pies desnudos, metiéndonos y jugando en los charcos, saltando, salpicándonos de esa agua chocolatosa que bajaba de los cerros; o haciendo con lodo represas, para jugar con nuestros barcos de papel; para después, abandonándolos, dejarlos a la deriva hasta alcanzar el mar de la memoria.
Pero ahora estoy aquí, y aunque no quiera; esos recuerdos hacen más y más helada la lluvia. Y ahora, es tan torrencial esta lluvia. Y sin embargo, no es propiamente una tormenta. Y son sus gotas como millones de agujas cristalinas que caen sobre el pavimento.
Un pequeño perro lanudo, llega y se sacude y se vuelve a sacudir toda el agua que trae encima, Se acicala con fruición todo su cuerpo, para después, como despidiéndose, seguir su camino mirándome con perruna ternura.
Y esto me recuerda también todas mis ausencias: ¿Cuántas veces corrimos bajo la lluvia de marquesina en marquesina buscando refugio? ¿Cuántas noches de amor, bajo el monótono arrullo del tamborileo de una pertinaz lluvia sobre los tejados? ¿Cuántas caminatas sobre las carreteras y en silenciosos parques escuchando la música y los truenos de una lluvia empapados de verano?
Y todos esos amigos y seres queridos que me han dejado, abandonándome, aquí, algún día, bajo estas inmensas aguas de un gran cielo que llora.
Y ahora lo extraño todo, todo lo extraño; el tibio y húmedo vaho de alguna boca que compartió su aliento con mi boca.
El cálido cuerpo, que conmigo formaba un solo cuerpo y que transformados en vaporcillo nos deshacíamos hasta desaparecernos, en la humedad de una lluvia nocturna… ya casi a oscuras, decido por fin dejar este sitio.
Delante de mí, va mi figura y mi indigente sombra. Y esta lluvia que ya se ha detenido avergonzada de mojar mis pasos…
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