PRIMERA PARTE
Por Celso Domínguez Cura.
Por aquél entonces mi amigo Leonel pasaba por una crisis emocional de enormes dimensiones. Hecho que le hacía beber en demasía y no atinar absolutamente a nada. Así que lo único que hacíamos era pasarnos los fines de semana bebiendo y haciendo planes para poder salir de lo cotidiano; aunque en realidad lo que hacíamos, literalmente dicho; era pasarnos metidos en ese círculo vicioso de la botella, con las mismas personas y con los mismos paisajes. Yo por mi parte, como dice Alfredo Zitarrosa “Tenía una pena que hacía tiempo sangraba” un dolor que se me metía hasta las mismas costillas y no podía vislumbrar ninguna salida.
Quizá por eso se nos fue metiendo en la cabeza la idea de hacer un viaje. Pero un viaje sin ninguna pretensión de fondo, simplemente con la intensión evasiva de la vida. De salir y ver qué nos esperaba. Debo decir que Leonel era ya todo un maestro para eso de viajar y andar por los caminos, por las carreteras. Pues desde muy pequeño le dio por hacerse “pata de perro”. Sí, un día sin ningún motivo, sintiéndose aburrido, simplemente se salió de su casa y se puso a caminar. Recuerdo que fue un hecho muy comentado, pues a todos nos tenía en ascuas, que Leonel no está en su casa, que Leonel se perdió, y lo buscábamos y no lo encontrábamos por ningún lado. Uno de esos días, durante la programación de las caricaturas de Don Gato y su Pandilla, de pronto se interrumpieron estas y aparecía un letrero y una voz en off, que decía: Servicio a la Comunidad, y entonces que aparece una foto de Leonel en la cual se pedía cualquier información para dar con su paradero.
Y en la vecindad todos lo comentábamos: “¡Leonel salió con el tío Gamboín!” lo decíamos con una especie de orgullo, era como si al salir él en la televisión, todos de algún modo salíamos del anonimato, y por así decirlo; teníamos algo de su fama. Aún pasaron algunas semanas hasta que por fin llegó Leonel, y todo volvió a una normalidad aparente. Pues él ya jamás se detendría, jamás se estaría quieto.
Fue precisamente platicando esos recuerdos que cada semana nos alistábamos para emprender ese gran viaje, así lo pensábamos y siempre lo posponíamos hasta que por fin la decisión se tornó firme. Llegaba yo de mi trabajo cuando estando a punto de entrar a mi casa un voz me sobresalta.
-¿Qué paso chavo te estoy esperando? Me dicen desde la obscuridad de la noche. Y ahí pegado a la pared, acurrucado en una esquina estaba Leonel con una bolsa de cerveza entre sus manos.
-¿Qué pasó, qué onda? Le contesté mientras trato de hacer su rostro más claro para mis ojos.
-Pues aquí esperándote, ya no sé ni qué pedo, quería aventarme a la barranca, pero ni para eso tengo valor, y tú que, ¿a poco muy intelectual? me dice mientras me pasa su bolsa ya arrugada casi vacía de su contenido.
-¡Yaa, no mámes!, vengo del trabajo. Le digo un tanto divertido. – espérame y ahorita salgo.
Entré a casa, saludé a mis padres, dejé mis libros y ya afuera, está Leonel sentado en la banqueta. Platicamos un poco y decidimos ir a un bar a tomar unos tragos para hacer el plan maestro de nuestro viaje. Nos levantamos y sin más, nos dirigimos a la “Posada del Charro”
Cuando llegamos no había mucha gente, pero eran tantas nuestras ansias de un trago que nos sentamos en la primera mesa que nos encontramos de frente.
Se acercó un gordo mesero y yo pedí un Wiskey…
-¡Ahhh! No te digo, ahora hasta wiskey vas a tomar…
-No hombre, lo que pasa es que me acaban de dar mi aguinaldo y…
-Bueno ya que traes lana, mejor pidamos una botella ¿no?
-¡Sale! De cuál pedimos.
-Yo digo que un solerita.
-De acuerdo.
Empezamos a beber con un cierto aire de suficiencia. Mientras íbamos trazando el plan de acción se nos acercó una muchacha pidiendo sentarse con nosotros y que le invitáramos una copa.
-Mira bonita, ahorita estamos trazando el plan que definirá una gran empresa, así que por el momento no te podemos atender, pero si quieres tómate una cuba, y más al rato platicamos ¿Qué te parece? Le dice Leonel con un tono exageradamente amable y afectado.
-¿Son ustedes empresarios? Pregunta la muchacha sorprendida.
-Así es bonita, así es…- le vuelve a contestar Leonel, ahora creciéndose en importancia.
-Bueno, entonces los dejo y gracias por el trago.
Dijo la muchacha alejándose coqueta, moviendo un exquisito trasero y dejándonos una sonrisa.
Nuevamente empezábamos a delinear las cosas cuando de una mesa de enfrente veo a un sujeto de patillas largas y rostro adusto que nos mira insistentemente, yo también lo miro, y aún cuando se me hace que lo conozco no consigo recordar de dónde… en esa estamos cuando se acerca el mesero nuevamente y nos trae un par de cervezas…
-Ahí les mandan esto- nos dice sonriendo señalando hacia la mesa donde está el compa que no sé quien es, pero que nos hace una señal levantando la mano con el pulgar hacia riba.
Yo le agradezco con un ligero movimiento de cabeza para seguir con lo nuestro.
Ya la botella de Solera, casi se acaba, cuando se acerca nuevamente la muchacha. Y sin decir nada se sienta al lado de Leonel.
-Ahora sí bonita, tómate un copa con nosotros. Al cabo que pinche plan no más no nos sale. Le dice Leonel estrechándola más hacia él.
-Unos momentos después nuevamente el mesero nos trae otras cervezas, y luego otras.
Tomando eso en cuenta y en una forma de ser parejos, le hago una seña al desconocido y entonces se acerca.
- Gracias carnal por las cervezas.- Le digo con un tono de disculpa que al momento él interpreta y me dice:
-No te preocupes pero, ¿A poco no me conoces?- Me pregunta mostrando una metálica sonrisa de deslumbrante dientes.
-Sí, como que te me haces conocido pero… la neta no me acuerdo.
-Soy hermano de Palemón, y trabajábamos en la tienda de don Luis, ahí en Tequex- Me dice mientras ya con más confianza se sienta a nuestra mesa.
-Pues ahora nosotros, para corresponder, te invitamos una cuba,- le digo mientras le voy sirviendo, pero él me detiene.
-Te lo agradezco pero será otro día, ya me tengo que ir.- me dice haciendo el intento de levantarse. –además estoy un poco traumado, ya es tarde y hace unos meses se metieron unos pinches encapuchados con metralleta en mano y a todos nos atracaron, pinche sustote que nos llevamos.
-Oye, es cierto, eso mismo me platico un amigo.
Ese día me fueron a invitar pero no quise venir, y como a las dos de la mañana llegaron todos espantados. No pues sí está cabrón.- le dije condescendiente.
-De cualquier modo otro día por aquí nos vemos.- Me dijo despidiéndose y dándome la mano.
La botella se acabó y después fueron puras cubas sueltas, pero ya con las cervezas estábamos plenamente borrachos. Leonel a cada momento le pedía a la muchacha que le echara unas monedas a la rokcola, y entre música y música ahí estábamos metidos en una sentimental borrachera.
Y es que con el alcohol todos los sentimientos se exacerban, se multiplican y nos convertimos en un montón de nudos y telarañas que es prácticamente imposible desenredar si no es hasta que terminamos rendidos, cansados de frustración y abatidos por lo más profundo del dolor humano. Nos fuimos metiendo en un remolino de confusión, que sólo recuerdo que fue una pinche canción de José José la que rompió con todo…
-¡No mames!- le dije casi a gritos- no pongas esa pinche canción, está bien fea.- agregué totalmente compungido y con enormes lágrimas que fluían escurriendo por mis mejillas.
-¡No manches!- me dice Leonel- si tú fuiste el que la pusiste-.
-¡No!, yo no escucho esas chingaderas.
-Pero está bien, ahorita la quito.- Me dijo Leonel desganadamente como para que no lo molestara, pero no la quitó.
-No llores mi amor- Me dijo acercándose otra muchacha en la cual yo no había reparado
-¿Por qué lloras, por una chava o por qué? Me preguntaba mientas me acariciaba con suavidad abrazándome y mirándome a los ojos, mientras con una servilleta me limpiaba las lágrimas.
-¡No!, no lloro por nada, ni por nadie, sólo lloro por mí.- le contesté mientras todo se iba aclarando y se me iba formando claramente el rostro de una mulata de pelo crespo, ojos grandes y enormes senos, en los cuales fui mitigando el dolor y la angustia de esa borrachera.
-Aprende- me dijo la otra muchacha,- cómo tu amigo no llora.
-No, si no lloro porque no quiera; no lloro porque no puedo.
O como dice el Piporro, más bien lloro para adentro, porque para afuera no puedo. Pero por dentro estoy completamente inundado- Le responde Leonel con un tono cantinflescamente cómico que por de pronto nos hace sonreír un poco.
Ya había llegado la madrugada, así que despidiéndonos de las muchachas nos salimos del bar. Casi para llegar a la puerta, nos alcanzó un grito de “¡Feliz Navidad y Año Nuevo!”. Leonel y yo quedamos de vernos al otro día para por la tarde empezar el tan anhelado viaje.
Por lo pronto caminábamos despacio con ligeros y tambaleantes movimientos. Sobre la avenida pasando bajo las lámparas se reflejaban nuestras largas sombras. Las sombras de dos jóvenes flacos y desesperanzados que no atinaban a encontrarle sentido a la vida y que se preparaban para un camino que quizá los transformaría para siempre.
Continú@ La próxima edición...