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lunes, 25 de febrero de 2013

Historias para contar... San Pedro Infante

Maestro en Historia Gilberto Vargas Arana
 
San Pedro - Infante
 
Hay caminos de tierra venturosos e inolvidables, por el polvo que levantan; a veces por tantos pasos que le recorren, a veces por ser tan sólo unos cuantos, pero extraños.
 
Hay caminos que con el tiempo desaparecen, otros se convierten en leyenda; así sucedió con el entonces principal de la colonia Independencia, en la Cabecera de Nicolás Romero, que por ciertos momentos podría renombrarse como el Camino de los milagros.
 
Paso a paso el camino polvoriento se puebla de sueños, escurren melodiosos de tanto andar tanto adivinar rostros; entre piedra y piedra, una voz, otra voz y otra multiplican la noticia. Hace calor, mientras discurre un torrente de murmullo elevado a un cielo que contempla la aparición: San Pedro Infante.
 
Nunca antes, tantos vecinos tantos extraños exploraron ese sendero, se vieron llegar multitudes y partir otras; un correo parlante insistía en las buenas nuevas, rumor y chisme se confundían con la realidad, otra vez la lengua acudía a su sano ejercicio de hablar, contar y encantar.
 
El imaginario colectivo de Nicolás Romero reavivó a uno de los íconos más trascendentes del siglo veinte mexicano: Pedro Infante. Otra vez el ídolo de Nosotros los pobres va paso a paso, camina por la calle que baja a un costado de la antigua presidencia, convertida ya en sede de la delegación municipal de la Cruz Roja, detrás le siguen cientos y cientos de creyentes.
 
Los camiones de las líneas de autobuses de Monte Alto, Rápidos de Monte Alto, del Noroeste y del Valle de México, mejor conocidos como Los caballos, Los agachados, Los lecheros y Los pericos, que todos los días parecían correr impasibles, corren sorprendidos por la noticia, pronto acopian una multitud de visitantes; en su ventana que siempre anunciaron como destino San Pedro-Progreso o San Pedro-Cahuacán, ahora improvisan un nuevo itinerario: San Pedro-Infante, ruta de un fenómeno que consternó a la población de San Pedro, como todavía es conocida la cabecera municipal de Nicolás Romero, y sus alrededores.
 
La confidencia íntima poco a poco deja de serlo, el huésped que Juan Beltrán, el taquero del rumbo, recibió días antes, asombra de la noche a la mañana. En principio, todo es misterio, una aparición reservada a los íntimos, pero era sólo preámbulo de caos.
 
En el primer día, advierten los vecinos más próximos, que alguien lleva a la casa de Juan una imagen del actor en la película El seminarista, alguien quiere reconocer la fidelidad con la revelación de hombre misterioso, se trata de una imagen de Pedro Infante joven que mira un Sagrado Corazón. Durante los siguientes días, el pueblo todo no resiste más y se pronuncia, desea saber del recién aparecido, y más pronto que tarde, llegan camiones repletos de curiosos.
 
El señor Rosalío Huerta Domínguez abandonó el anonimato y reclamó su personaje, nada menos que la del máximo ídolo popular del país: Pedro Infante, y que el desaparecido en Mérida no era más que su doble.
 
En el octavo día de mayo del ’74, La Prensa hizo el anuncio nacional de la aparición: “Lo que faltaba: Pedro Infante vive”. Rosalío Huerta declara que: “soy el verdadero Pedro Infante. Y quiero que se me haga justicia! Clama un hombre de 68 años de edad, de escaso metro setenta y cinco de estatura, quien además acusa a varias productoras de un fraude por varios millones de pesos”. 2)
 
La historia llega con los primeros calores de mayo de 1974, los días acontecían con un sol prendido a la ilusión, a la fe pagana. La prensa local alentó la fase de expansión del fenómeno, una de nuestras fuentes, El Noticiero, Diario rotográfico vespertino del Valle de México, publicó el sábado 18 de mayo la noticia que los hombres ya habían construido sin demora y con mucha imaginación: “Aparece Pedro Infante en Villa Nicolás Romero”.
 
Rosalío Huerta se dice el legítimo y llorado Pepe El toro; aunque ahora se trataba de un hombre de complexión nada robusta. Pronto la noticia provoca multitud de murmullos y rumor. Un sueño a toda máquina, por el Camino de los milagros andan almas ávidas de fe, algunos tiernos ojos están en vigilia desde temprano; furtivas lágrimas invaden tan de repente tan sinceras, por profunda e inédita emoción; el escenario, viven un idilio con el recuerdo, le miran su cara ovalada, ojos verdes y dentadura con incrustaciones de oro.
 
Al salir del encanto cuentan de él, su parecido con el hijo predilecto de Guamuchil, lo observan acomodar su sombrero como el Martín Corona de la fotografía que está clavada en una de la paredes del hogar ofrecido por la familia Beltrán Luna. “Desde que mi doble murió en el avionazo, las productoras dijeron que él era el verdadero, con el objeto de desconocer las deudas que tenían conmigo y las que ascienden a varios millones de pesos”. 3)
 
Los niños escuchan su relato, mientras acomoda un paliacate en el cuello. Agrega que el muerto en Mérida, “era su doble que lo doblaba” en sus películas. El presunto Pedro es calvo, con cejas pobladas que se unen justo encima de la nariz, mueve sus brazos y no deja de sonreír, la gente arremolinada en las ventanas se emancipa con un grito que pronto es eco: ¡Que cante, que cante, que cante!
 
Las voces son festivas, son devotas y bautizan al aparecido como el Pedro de los pobres, mientras él se afana en demostrar con dos fotografías, que su doble era el que aparecía sobre todo en los materiales publicitarios, pero que la voz es suya, la escuchada en sus películas.
 
Enseña dos imágenes, una que tiene en la pieza donde habita, de perfil y tomada cuando era joven, y otra donde aparece su doble. Las mujeres siguen cada uno de sus gestos, lo admiran cuando da masaje a su bigote, esperan que una mirada sea para ellas. Tiene una guitarra y canta a ratos para interminables filas de personas deseosas por verlo, por tocarlo. Hasta un conato de motín provoca, cuando las fuerzas municipales intentan llevárselo, pero esa multitud cohesionada por su imagen lo defiende y protege, incluso pagan un peso sobre peso para verlo.
 
“El hombre que se mató, fue un muchacho que se hizo mi doble después de tres años y medio de que yo comencé a filmar y a cantar... pero yo soy el de todas las películas y las grabaciones. El sólo se presentaba en mi lugar cuando yo no podía asistir a las giras. Sólo hacía la mímica y lo que la gente oía era un disco con mi voz”. 4)
 
La voz no es la misma, y del chorro de voz, ya sólo un chisguete queda, pero aún así, la multitud se anima a aplaudirlo, a venerarlo. Tercera Parte. Continuamos Rosalío Huerta no sólo es vitoreado, sino que recibe besos de las mujeres y afirma que se someterá a las pruebas requeridas para demostrar su autenticidad. Narró que tuvo que arreglarse la boca porque en Acapulco, donde vivió durante 17 años, lo estaban envenenando y fue lo que perjudicó su dentadura.
 
 El aparecido Pedro Infante se ocupó como carpintero, bolero y vendedor de dulces, negó conocer personalmente a los hermanos del hombre que cayó con el avión de Mérida en abril de 1957, ni a sus esposas, porque aquel Pedro Infante muerto, era solamente quien los sustituía en algunas películas y en la publicidad. “Esta usted dispuesto a carearse con Angel y Pepe, así como con Irma y María Luisa León de Infante? ˗Pregunta el enviado de La Prensa˗ Es que ellos no son mis hermanos, ni ellas fueron mis esposas. Esos parentescos le pertenecen al difunto”. 5)
 
Los curiosos se improvisan como guardias, defienden su creencia. Juan Beltrán dejó de atender su puesto, para proteger al famoso invitado, pero la duda comienza a ocupar espacios. María Luis León proclama: “Ya basta de enlodar el nombre del que fuera mi esposo... no sólo se trata de defender la memoria de Pedro Infante, sino también de defender al público de ser explotado por el chantajista, charlatán o demente”, 6) que se aprovecha de la idiosincrasia del pueblo.
 
La familia Infante pretende desenmascarar al tal Rosalío Huerta, lo señalan oriundo de Aguascalientes y que desde hace ocho meses estafa a la gente, haciéndose pasar como el inolvidable actor de Cartas marcadas, idolatrado no sólo en México sino en todo el continente americano.
 
María Luisa León, viuda de Pedro, en compañía de Angel Infante, acude ante las autoridades de la Procuraduría de Justicia del Estado de México para denunciar a Rosalío Huerta Domínguez, que se hace pasar por el único y verdadero Pedro Infante, “atrayendo la atención de propios y extraños que han llegado a pensar que en efecto se trata del verdadero ídolo del cine-canto nacionales por lo que la quejosa notoriamente molesta pidió al procurador de justicia del estado, que se castigue con todo el rigor de la ley al suplantador”. 7)
 
 El aparecido adquiere dimensión de noticia sensacionalista, el presunto Infante asiste ante las autoridades judiciales de Toluca, queda en libertad y regresa a la Villa Nicolás Romero, donde una legión de admiradores lo visita más de una ocasión. Afirma que los familiares de su doble ni siquiera lo conocen, porque “el convenio para que lo representara en público lo tuvieron solamente él y el ahora muerto”. Vuelve a lanzar el “reto a quienes nieguen que soy Pedro Infante”. 8)
 
Rosalío Huerta expone sus argumentos por la aparición tardía: “Tuve varias razones. Primero se atentó varias veces contra mi vida. Luego, según el contrato yo estaba exento de cobrar mis regalías hasta 1971. Pero me deben todo el trabajo realizado en las películas. Estuve un tiempo en ciudad Juárez, Mexicali, Acapulco, Hidalgo y ahora aquí. Me dediqué a hacer de todo. Hasta de cargador y bolero. Por todos lados me persiguen para matarme y no pagarme los millones que me deben”. 9)
 
Juan Beltrán es quien da techo al Pedro Infante de Nicolás Romero, y cuenta su historia: “Lo trajimos de Hidalgo muy grave. Sólo le damos agua de limón y té de manzanilla. Se ha convertido para nosotros en una pesadilla. La gente comienza a venir desde las seis de la mañana y el desfile termina después de las ocho de la noche”. 10)
 
  La pesadilla se esfuma pronto, mientras las horas parecen más ocurrencia del Rey Midas, la presencia de Pedro provoca el tañer de pesos y tostones que la gente deposita en un posillo de peltre, como un acto de fe para cumplir una manda. La señora Alejandra Luna, esposa de Juan, habla de su creencia: “Yo creo que sí es Pedro. Canta casi igual, aunque anda malo de la garganta. Pero no permitiremos que le hagan nada. El pueblo lo quiere y está dispuesto a cuidarlo y ayudarlo. Mire como lo quiere la gente. Lo pide a gritos”. 11)
 
A lo lejos, camino de la Independencia se escucha una consola que reproduce uno de los discos del ídolo de México, y la voz que dice: “Si te vienen a contar, cositas malas de mí, manda a todos a volar, y diles que yo no fui”.
 
FIN
 
2)Sergio Calvo Naranjo. Lo que faltaba: Pedro Infante vive, La Prensa, 8 de mayo de 1974, p. 2. (Colección de Erick E. Solórzano Castro)
 
3)Ibidem, p. 42.
 
4)Ibid.
5)Ibid.
 
6)“Aparece Pedro Infante en Villa Nicolás Romero”. El Noticiero, 18 de mayo de 1974, p. 8. (Colección de Erick E. Solórzano Castro).
 
7)Manuel Muñoz Morán. “Formal denuncia contra el doble de Pedro Infante”, La Prensa, 16 de mayo de 1974, p. 23.
 
8)“El Pedro Infante de Villa Nicolás Romero, México, quedo libre de las acusaciones que le hacen”, El Noticiero, 22 de mayo de 1974, p. 8. (Colección de Erick E. Solórzano Castro).
 
9)Sergio Calvo. Op. cit., p. 42.
 
10)Ibid.

11)Ibid.

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