Apostillas a Julio Cortázar
Por Celso Domínguez Cura
Hace un par de días, al platicar con unos amigos artistas. Y ante los hechos de violencia, caos y toda esta apoteósica y aterradora desazón política.
Uno de ellos platicaba que otro amigo le comentó:
¡Pero para qué te preocupas, mira la gente, la gente no dice nada, es indiferente!
A lo que el otro amigo le respondió:
- ¿y tú qué diablos haces para que esa gente se indigne, porque lo que estás pintando no dice nada de lo que pasa en la realidad?
Y esto viene al caso porque es uno de los viejos dilemas del arte y de los artistas. ¿Puede el arte expresar la realidad? ¿Cuál es el papel del artista ante las circunstancias y el contexto en el que vive?
Hace muchos años escuché a un escritor decir que ahora todos los escritores le tenían miedo al panfleto, y que nadie se atrevía a decir, ni dar su opinión por temor a que se demeritara su obra.
El mismo Octavio Paz, decía que su único compromiso era con la palabra, claro con la palabra hecha estética. Y precisamente porque en el caso de los escritores y de los poetas su herramienta es la palabra; no deberían quedarse callados.
Precisamente en 1981 en un coloquio en la Universidad Veracruzana, Julio Cortázar decía lo siguiente sobre Literatura y realidad. “Hoy y aquí, leer o escribir literatura supone la presencia irrenunciable del contexto histórico y geopolítico dentro del cual se cumplen esa lectura y esa escritura” Y es que para muchos escritores y artistas les es difícil o no quieren que se les identifique con determinada corriente de pensamiento o con determinada corriente ideológica, les cuesta mucho la toma de partido. No quieren mancharse.
Como si eso significara quedar señalado para siempre. Sin embargo hay casos excepcionales, José Revueltas, Efraín Huerta, Pablo Neruda, Ciro Alegría, César Vallejo, sólo por mencionar algunos. No se apartaron de la realidad, de su contexto y su obra es sobradamente grandiosa.
Es cierto que la literatura por sí misma no puede hacer una revolución, pero si ayuda.
Como lo decía Cortázar en aquel coloquio que bien valen la pena sus palabras por su actualidad: “¿De qué podemos jactarnos los escritores en este panorama en el que sólo brillan unos pocos, aislados y admirados fuegos de vivac? Nuestros libros son botellas al mar, mensajes lanzados en la inmensidad de la ignorancia y la miseria; pero ocurre que ciertas botellas terminan por llegar a destino, y es entonces que esos mensajes deben mostrar su sentido y su razón de ser, deben llevar lucidez y esperanza a quienes los están leyendo o los leerán algún día.
Nada podemos hacer directamente contra lo que nos separa de millones de lectores potenciales, no somos alfabetizadores ni asistentes sociales, no tenemos tierras para distribuir a los desposeídos ni medicinas para curar a los enfermos; pero, en cambio, nos está dado atacar de otra manera esa condición de los intereses foráneos y sus homólogos internos que genera y perpetúa el statu quo, o mejor aún el stand by latinoamericano.”
Y de igual manera ante las circunstancias propias de esa época latinoamericana, se preguntaba Julio: ¿qué literatura puede ser la nuestra en estas condiciones, tanto la del exilio como la que se cumple en el interior de países menos atormentados, si no nos obstinamos en romper ese círculo de ignominia? Esa mismísima pregunta tendríamos que hacernos ¿Qué literatura, y cuál debería ser el sentido del arte ante toda esta violencia y muerte, ante toda esta corrupción política ante este sin sentido del poder?
Puede el pintor, el escritor, el artista en general apartarse de la realidad, tiene que callar ante lo evidente. Me parece que no, y no sólo por una cuestión ideológica sino por una obligación moral. Y claro está, siempre y cuando como también lo dice Cortázar: no se sacrifique verdad a la belleza o belleza a la verdad.
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